Se acerca el 8 de Marzo, el Día de la Mujer Trabajadora en España. Y simplemente el Día de la Mujer “a secas” en Italia (no entiendo muy bien por qué). En Italia si el 8 de marzo vas al supermercado, la cajera te regala un ramillete de mimosa. Esa noche, los bares y restaurantes organizan cenas “temáticas” dedicada a las mujeres. Y Facebook, Instagram y Whatsup se llena de mensajes edulcorados hacia el público femenino.
De pequeñas las niñas sueñan muchas cosas. Están las que quiere ser princesas, lucir preciosos vestidos y que las rescate un hermoso príncipe. Hay niñas que sueñan con ser famosas cantantes o actrices de las series que salen por la televisión. Las niñas sueñan lo que creen que pueden soñar. La televisión y las jugueterías están llenas de princesas Disney y Barbies con glamurosos vestidos.
Las cosas un poco van cambiando (nunca tan deprisa como nos gustaría) y las niñas poco a poco van teniendo más referentes.
Hay niñas que reciben juguetes con los que jugar a ser médico. Otras cogen los balones del hermano (¿por qué casi nunca regalan balones a las niñas?) y algunas sueñan con ser futbolistas.
Yo soñaba con ser ilustradora. Inventaba cuentos absurdos que escribía en un libro que había hecho previamente a base de hojas dobladas sobre si mismas y grapadas. Llenaba de dibujos todas las hojas. Ponía mi nombre y el título bien grande, y en la parte de atrás añadía los títulos de los futuros libros que iba a escribir.
De pequeña observaba siempre a mi madre trabajar desde el ordenador que tenía en casa, cuando me llevaba al trabajo veía libros que olían a nuevo y sabía que mi madre había colocado las palabras y las imágenes en ellos y eso me llenaba de orgullo.
Me sentía privilegiada por ver como un libro se creaba de la nada. Y estaba convencida que aquel era el trabajo más importante del mundo, porque en los libros se podía encontrar de todo, aprender de todo, visitar lugares lejanos, escuchar hablar a gente mucho más lista que uno mismo con la que nunca si no tendrías la posibilidad de conversar… Es tremendamente difícil elegir todos los libros que quieres leer, ¡no hay suficiente tiempo para leerlos todos, por lo que hay que elegir bien!
Así que yo, viendo todo eso, jugaba a crear mis propios libros.
Otra cosa que se imprimía en el trabajo de mis padres era la papelería coorporativa de las empresas, por lo que cuando no deseaba con convertirme en una ilustradora de libros infantiles quería crear la mejor agenda del mundo y los mejores artículos de papelería. Cogía papel, cartulinas de colores, grapadora, pegamento e inventaba carpetas con blocks y todo tipos de accesorios que veía en las grandes papelerías, convencida que si me esforzaba podía inventarme objetos increíbles.
El momento especial del año (además de los Reyes Magos, obviamente), era el principio del curso: cuando teníamos que elegir las libretas, carpetas y mochilas. Ninguna era tan perfecta como yo me la había imaginado por lo que hacía perder mucho tiempo a mis padres en cada tienda, ya que siempre me costaba mucho decidirme.
Años más tarde, cuando crecí, empezaron a encargarme, como si fuera un juego, dibujos para los recordatorios de comunión de mis primos o de los niños a los que hacía de canguro.
Por todo esto Atipik Fabrik es un sueño que no podíamos imaginar. Porque nunca te esperas que los sueños que tienes de pequeña, que según vas creciendo se van viendo cada vez un poquito más ridículos e infantiles, puedan llegar a cumplirse. Y cuando era pequeña no pensé que realmente era posible pasar las mañanas con un pincel o con un lápiz en la mano.
Se celebra el día de la mujer trabajadora y nos sentimos increíblemente afortunadas de poder trabajar en lo que nos apasiona, de crear día a día nuestro proprio universo.
Un sueño difícil y duro, a veces frustrante, cuando ves que te equivocas, que algo no sale. Muchas veces es agotador, porque no tener horarios significa que muchas veces habrán trabajos que no podrán acabarse simplemente al día siguiente y que aunque sea tarde no se puede apagar el ordenador.
Pero también está continuamente lleno de pequeñas alegrías. No sólo cuando nos llega un mail avisándonos de una nueva compra. Si no cuando vemos vuestras caras de felicidad cuando pasáis por la tienda a recoger vuestras invitaciones de boda. Cuando vamos a decorar la fiesta de una comunión. Cuando entregamos las agendas escolares a los colegios. O incluso cuando salís de la tienda con un detalle para vosotros o una persona especial.
El único secreto (para sobrevivir a esta montaña rusa de emociones contrastantes) es hacer las cosas con amor, que por otra parte, según mi opinión, es la única regla que hay que seguir en la vida para intentar ser feliz.
Este 8 de marzo, y todos los días del año, queremos celebrarlo con todas vosotras, pero sobre todo con las más pequeñas, las futuras mujeres, para que dejen de querer ser únicamente princesas y puedan convertirse en personas, que puedan trabajar en lo que sueñan; porque si trabajas en lo que realmente te apasiona, incluso los lunes te despertarás con una sonrisa.
Los 8 de marzo podrían ser una fecha estupenda para, en lugar de regalar un ramillete de mimosas, regalar a las niñas un juguete o un libro que les hiciera no sólo soñar, si no convencerse que se puede conseguir lo que se realmente quiere, si uno se esfuerza en ello, por lo que sólo hay que ponerse manos a la obra lo antes posible
Y vosotras, (y vosotros, ya de paso), os pregunto y me encantaría que respondierais en los comentarios:
- ¿Qué soñabais con ser de “mayores”?
- ¿Qué juguete o libro le regalarías a una niña?
- ¿Os han regalado alguna vez algo que os haya cambiado la vida?
- ¿Cuál es la cosa que más rabia os da ver que regalen a una niña?