Después de varios meses de confinamiento, me encuentro escribiendo un post que nunca me imaginé que escribiría
Lo que a principios de Enero parecía una simple gripe a la que la prensa daba demasiada publicidad, se ha convertido en un desastre mundial peor que una guerra ya que no hay opción de participar o no. Una emergencia sanitaria que va dejando tras de sí, inexorablemente, un imparable número de víctimas. Quienes no enferman, viven en el miedo de perder sus trabajos (si no lo han perdido ya) o a contraer la enfermedad. Algunos afortunados se dedican a oficios de primera necesidad, o tienen la opción de seguir trabajando desde el hogar. Pero muchos de ellos tienen que compaginarlo con los hijos en casa las veinticuatro horas del día. Los niños de todo el mundo, por primera vez, contemporáneamente, han dejado de ir a clase.
Y en medio de todo esto, (que a mí me aterra y me quita el sueño) parece, que el único gran y verdadero problema sea que nos aburrimos en casa.
Antes de profundizar en el tema, me gustaría recordar que Ana Frank pasó oculta casi dos años y medio junto con otras siete personas escondiéndose de los Nazis en un pequeño apartamento. Para entretenerse sólo unos cuantos libros.
Nosotros contamos con internet ilimitado, una colección inmensa de libros que hemos acumulado durante años con la promesa de leerlos cuando tuviéramos tiempo. Tantos canales de televisión que no podemos ni decir con exactitud cuanto. Consolas. Videojuegos. Ordenadores. Posibilidad de hacer video llamadas a las personas que echamos de menos…
… y aun así, parece que la mitad de la población se está volviendo loca.
Se buscan excusas para saltarse el confinamiento. Salir lo imprescindible, una vez a la semana para hacer la compra, tirar la basura y pasear al perro no es suficiente. Ha nacido en la gente, una repentina sensación de claustrofobia, una especie de miedo a estar demasiado con nosotros mismos. Por lo que se han buscado excusas para hacer la compra todos los días, para escaparse a casas de amigos… haciendo que los contagios crecieran exponencialmente y que estar en esta situación se continuara alargando más y más.
El comentario más oído “Esto no es más que otra gripe, y realmente sólo afecta a personas mayores o con patologías, yo soy joven y no me va a pasar nada”. Aplausos a las ocho dedicados al personal sanitarios y carteles anónimos que “invitaban” a los vecinos que trabajan en hospitales a mudarse a otros edificios. Y es que son los grandes momentos de crisis como estos los que sacan lo peor y lo mejor de cada uno de nosotros.
Y toda esta situación podía haberse acabado mucho antes, o al menos, no ser tan dramática, si fuéramos capaces de… ¿de quedarnos en casa? Esta frase la he oído demasiado durante esta interminable cuarentena, por lo que lo voy a decir de otro modo: – Si fuéramos capaces de disfrutar de nosotros mismos y de nuestra propia compañía.
Hay que cambiar la mentalidad, y dejar de pensar como rellenar la hora para que pase más rápidamente, si no aprovecharla al máximo, porque el tiempo que se va ya no vuelve. Nos hemos acostumbrado a vivir siempre en un mundo frenético. En el que el trabajo ocupaba la tercera parte del día, un segundo tercio era para otras obligaciones, como: cocinar, limpiar, hacer la compra… y con suerte, la otra parte del día la podíamos dedicar a descansar. Nos hemos acostumbrado tan bien a no tener tiempo libre que, ahora que lo tenemos, no sabemos que hacer con él. Hemos estado siempre tan ocupados con nuestras obligaciones que nunca nos hemos preocupado en cultivar suficientes aficiones y pasiones.
No me refiero a ir a la discoteca un sábado por la noche, o jugar un partido de fútbol con los amigos. Si no algo en lo que sumergirse y concentrarse nosotros solos para poder disfrutar de nosotros mismos.
Nos hemos acostumbrado demasiado bien a vernos con nuestra pareja durante un desayuno lleno de prisas y en una cena ya cansados y sin energía, que ahora, al verse veinticuatro horas seguidas ya no sabemos ni de que hablar. Los hijos a los que se dejaban por la mañana en el colegio y cuando se recogían se quedaban en su cuarto haciendo deberes, vuelven a ser del todo nuestros… No creo que nadie estuviera preparado mentalmente para un cambio tan grande.
En la escuela se hace mucho hincapié sobre la importancia de las matemáticas, la química, y todas esas asignaturas difíciles que más tarde te ayudarán a entrar en una carrera de provecho. La música y el arte, siempre han sido consideradas las asignaturas “maría”. Esas clases fáciles en las que a ningún padre le importara que sacaras la mejor nota de todos los alumnos. Lo importante era estudiar derecho, informática, administración de empresas… carreras con las que poder encontrar un trabajo seguro al acabar la universidad.
A mí todos me preguntaban que por qué quería estudiar Bellas Artes. ¿Para ser profesora de dibujo en un colegio? ¿Para pintar cuadros e intentar venderlos en una galería? A mi hermano le preguntaban por qué quería estudiar Historia del Arte. Y la misma pregunta era para quieres decidían estudiar otras carreras humanísticas. Ahora decidme si podríais sobrellevar esta cuarentena sin escuchar música, sin ver una película, sin leer un libro…
Nadie sabe cuando durará esto, o si volverá a suceder, pero creo que entre otras cosas hemos entendido la importancia de estar a gusto con nosotros mismos. De cultivar una o más pasiones, y de marcarnos objetivos fuera de nuestra profesión. De poder disfrutar de la compañía de nuestra familia sin salir de casa, como si se tratara simplemente de una larga tarde de lluvia. Hemos aprendido también la importancia de tener una casa bonita, agradable, con rincones especiales, un lugar especial en el que refugiarnos con toda la filosofía HYGEE. (Si no sabes lo que es el Hygge pincha para aprenderlo todo sobre esta filosofía)
Y es que aparte de ordenar el armario y limpiar a fondo la casa este tiempo podía ser un regalo para hacer una lista interminable de cosas:
- Cocinar recetas nuevas, hacer tartas y galletas con nuestros hijos. Compartir las tareas de la cocina junto a nuestra pareja.
- Hacer deporte en casa: abdominales en la alfombra, pesas con botellas de agua y así recuperar esa figura que siempre hemos añorado.
- Aprender un idioma nuevo: ¿inglés para mejorar en el trabajo o una lengua extraña que siempre has querido aprender pero tan difícil que se necesita mucho tiempo?
- Aprender a tocar un instrumento, ¿prefieres la guitarra o el piano?
- Leer todos los libros que con cada Año Nuevo nos proponemos leer y que simplemente se acaban amontonando en la estantería.
- Cultivar el arte: dibujar con lápiz, pintar con acuarela, aprender caligrafía o lettering. Son aficiones al alcance de todos y que requieren de material económico y poco espacio.
- Crear un Bullet Journal: una actividad organizativa que requiere creatividad, tiempo y dedicación.
- Seguir algunos de los millones de cursos online e incluso clases gratuitas que pueden encontrarse con facilidad en las redes.
- Escribir: escribir un diario, escribir un cuento, escribir una novela. O simplemente escribir nuestros miedos y frustraciones para sacarlos y poder enfrentarnos al mundo con energía renovada. Esto es algo que acabo repitiendo en todos los post del blog. Pero escribir es una actividad sanadora y mucho más importante de lo que se pueda imaginar.
- Disfrutar de nuestros hijos, hacer manualidades con ellos.
… podría seguir con esta lista mucho más.
Como conclusión, recuerda que si al final de esta cuarentena no sales con un libro leído, una receta aprendida y un idioma aprendido, entonces es que nunca te faltó tiempo, sino disciplina.